Últimamente cada vez que paramos a repostar es la misma historia. El precio de la gasolina ha vuelto a subir desde la última vez. El gasóleo está sobre 1,90 euros el litro y el sin plomo 95 roza ya 1,20 euros. Los motivos por los que nos estamos arruinando son varios:

– En primer lugar porque los conflictos en países productores como Rusia, Irán o Nigeria hacen que la prima de riesgo que se paga sea más alta.

– La demanda china de petroleo sigue subiendo a un ritmo vertiginoso, en torno a un 22 % anual

– Hasta ahora cuando el euro se depreciaba respecto al dolar, el barril bajaba (es paradójico porque se compran barriles en dólares pero el poder adquisitivo del que vende en moneda americana sube). Esta relación ya no se cumple y cuando el euro se aprecia el barril lo hace solidariamente.

– Teorías conspiratprias: el lobby del petroleo en USA quiere un barril siempre por encima de 75 dólares (ahora está en 86) para justificar los planes petrolíferos de Obama en Alaska.

A todo esto el consumidor medio empieza a ver ya como una tortura pasar por la gasolinera. Es curioso que además en España no nos importe pagar más en el concesionario con tal de no pasar por este suplicio, aunque no sea rentable porque no hacemos suficientes kilómetros al año.

De hecho el consumo, y no otras variables, sea uno de los aspectos que más valoramos a la hora de adquirir un coche nuevo. Poca gente sabe que es el ESP, pero sí saben que un diesel consume claramente menos que un gasolina.

Muchos compradores también están dispuestos a pagar más dinero por un coche mejor, y equiparlo mejor para desplazarse de una manera más satisfactoria, pero no tienen en cuenta ni por asomo si el motor diesel que van a comprar es o no más cómodo o agradable de utilizar. Saben que aunque cueste más en el concesionario se van a ahorrar la sangría en la gasolinera.

Todo esto viene porque en España, que es uno de los países donde más se compran vehículos diesel, y en todo el mundo, la ecología va necesariamente unida al ahorro. Esto quiere decir evidentemente que cualquier transición que nos haga menos dependientes del oro negro tendrá que realizarse en términos, no sólo de viabilidad industrial, si no de eficiencia económica.

En Audi no han tenido mucho eso y han decidido sacar al mercado un linea clean diesel y han sacado una versión del 3.0 TDI,que emite menos óxidos de nitrógeno (NOx), y cumple con la normativa europea de contaminación Euro 6, que entra en vigor en 2014.

Esta reducción en óxidos de nitrógeno se consigue gracias a un catalizador DeNox. Delante del catalizador una bomba inyecta un aditivo llamado AdBlue, que es basicamente una solución acuosa de urea. Al entrar en contacto con los gases de escape, que están a una temperatura elevada, esta solución se transforma en amoniaco (NH3) y disgrega los óxidos de nitrógeno en nitrógeno (N2) y agua (H2O). Este aditivo se añade durante las revisiones periódicas en el concesionario.

Lo malo es que este modelo gasta un 10 % más que el 3.0 TDI normal, que consume 7,4 litros cada 100 km. Si a este gasto añadido le sumamo lo que Audi seguramente cobrará por hacer el mantenimiento, y suponiendo que los precios sean iguales, exceptuando algún alma caritativa, poca gente optará por esta opción. Quiza sea una maniobra de Audi para lavar la imagen de su poco Earth friendly SUV, pero la conclusión es evidente, para que un coche sea ecológico tiene que ser ahorrador.

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