Cuando uno es pequeño todo hace ilusión. En mi caso esa emoción se manisfestaba en forma de arcadas. Ya sé que puede parecer contradictorio, pero asà reaccionaba mi cuerpo, por ejemplo, al levantarme un 6 de enero.
Mucho ha llovido desde entonces, y curiosamente sólo hay una cosa en este mundo que me sigue provocando una emoción suficientemente grande como para revolverme el estómago: conducir algunos coches.
Esa reacción me transporta directamente a mi infancia, y me hace sentir una ilusión que sólo un niño que espera abrir sus regalos (y alguién que ama una afición) puede sentir. La verdad es que hace ya algún tiempo que no me pasa, la última vez fue con un Nissan GT-R en el circuito de Navarra.
Inesperadamente hoy he sabido que voy a poder conducir un Ferrari 458 Italia por un puerto de montaña durante unos 20 km. Más que un coche, más que una sensación, más que una experiencia. Se trata de un Ferrari, una declaración de intenciones que deja claro que se puede hacer una máquina capaz de hacerte olvidar el mundo, capaz de que sólo pienses en divertirte.
Quizá me equivoco y sólo se trate de un coche muy ruidoso e incómodo pensando para que un hortera que no sabe conducirlo se luzca delante de sus, presumiblemente, horteras amigos. Pero a mà me sigue haciendo la misma ilusión, soy asÃ. Os contaré.
buying erythromycin online
800mg cialis
priligy purchase online